Donald Trump critica el "nuevo fascismo" de la "extrema izquierda"

El presidente de EEUU aprovecha la fiesta nacional para advertir contra una "revolución cultural" liberal y explotar la división política.



El 'Washington Post' lo tildó de "sombrío". El 'New York Times', de "divisorio". Como se preveía, el discurso de Donald Trump en la víspera del 4 de julio frente al monte Rushmore, en Dakota del Sur, no dejó indiferente a nadie. Fue radical e incendiario, explotando al máximo la división que existe en Estados Unidos por la ola de tensión racial y el revisionismo de monumentos que glorifican el pasado racista del país.

Ante un grupo de unos 7.500 seguidores, sin distancia social alguna y sin el uso obligatorio de mascarillas pese al auge de la pandemia, Trump advirtió de la presencia de una "extrema izquierda" que está instaurando un "nuevo fascismo" para acabar con sus valores. Conocedor como pocos de los gustos de su parroquia, el republicano prometió defender sus libertades hasta el final, incluyendo el monumento con las caras esculpidas de los cuatro presidentes en las Colinas Negras. "Este monumento nunca será profanado".
Lo dijo con frialdad, leyendo el discurso con lentitud y en tono desafiante. "En nuestras escuelas, nuestras redacciones, hasta en nuestros consejos de administración, hay un nuevo fascismo de extrema izquierda que pide lealtad absoluta", indicó con un mar de banderas americanas de fondo. "Si no hablas su idioma, no practicas sus rituales, recitas sus mantras y sigues sus mandamientos, serás censurado, puesto en una lista negra, perseguido y castigado". Lo entiende como una "revolución cultural" de los liberales.
Para Trump, la nación "está siendo testigo de una campaña sin compasión para borrar nuestra historia, difamar a nuestros héroes, eliminar nuestros valores y adoctrinar a nuestros hijos". El presidente sostiene que a los niños se les está adoctrinando en los colegios. "Les están enseñado a odiar a su propio país... y que nuestros héroes no son héroes, sino villanos". Todo por culpa de "turbas enfurecidas que están tratando de derribar las estatuas de nuestros fundadores, borrarles la cara a nuestros monumentos más sagrados y desatar una oleada de crímenes violentos en nuestras ciudades". A la pandemia que está golpeando con intensidad el país y colapsando hospitales le dedicó unos breves instantes.

UN FILÓN ELECTORAL

Asediado por unos números catastróficos en la lucha contra el coronavirus, con más de 50.000 casos registrados por tercer día consecutivo, Trump parece haber encontrado un nuevo filón para explotar electoralmente y avivar la división que tan buenos resultados le dio en 2016. Ya se alineó del lado de los supremacistas blancos en los incidentes de 2017 en Charlottesville, Virginia, con la polémica por el derribo de la estatua ecuestre del general confederado Robert E. Lee de por medio. Dijo que había "gente muy buena" entre los neonazis y los grupos de ideología fascista.
El viernes, en Dakota del Sur, se volvió a erigir en defensor de una historia cargada de episodios racistas y cuestionables. Como el hecho de que el monumento en cuestión, con las efigies de George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln, fuera esculpido por Gutzon Borglum, un hombre con vínculos con el Ku Klux Klan. O que Washington y Jefferson fueron esclavistas. Hasta 600 llegó a tener en propiedad el tercer presidente americano y uno de los fundadores de la patria, acusado de violar de forma sistemática a una de ellas, Sally Hemings. "A estos héroes nunca les borrarán el rostro, su legado jamas será destruido y sus logros nunca serán olvidados", dijo Trump ante un público enfervorecido.
Eso en medio de una situación alarmante en muchas partes del país por el incremento de contagios de Covid-19. En Florida, el epicentro de la pandemia en EEUU, se batió un récord de casos con 11.445 en un solo día. Aún así, algunas de las playas del norte del estado permanecían abiertas y llenas de familias disfrutando el 4 de julio.
En Texas, donde los casos se han disparado, al menos dos pacientes tuvieron que ser trasladados a otras regiones ante la falta de camas en un hospital. Tan solo en un estado, Vermont, se ha producido un descenso de los casos.

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